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CALA DE SANT VICENÇ, LUGAR DE INSPIRACIÓN ARTÍSTICA

DISFRUTA DE CALAS CRISTALINAS Y CUEVAS PREHISTÓRICAS

La Cala de Sant Vicenç es el tercer núcleo urbano en importancia del municipio de Pollença, digno de destacar por la tranquilidad y belleza de su paisaje.

La Cala de Sant Vicenç está situada entre Coves Blanques y el Cavall Bernat. Durante las primeras décadas de siglo sus paisajes cautivaron a numerosos artistas tanto de aquí como de fuera: Anglada Camarasa, Titto Cittadini, Roberto Montenegro, Roberto Ramaugé, Joaquín Sorolla, Lorenzo Cerdá, Dionisio Bennássar, Pasqual Roch Minué...

El itinerario comienza por la avenida del Cavall Bernat, desde donde se llega al mirador de Cala Barques. A la izquierda, llama la atención una residencia señorial; es la casa de veraneo de Can Franch, señores de la posesión de Sant Vicenç. Se trata de un edificio de estilo neogótico isleño de finales del siglo XIX obra del arquitecto Joaquim Pavia.

Desde este mirador se puede contemplar una de las imágenes más pintadas del municipio, el Cavall Bernat. Muchos artistas de renombre y también aficionados han pintado el Cavall Bernat.

Al principio de las escaleras de piedra arenisca que llevan a la playa, hay un pequeño jardín con un monumento dedicado al pintor Llorenç Cerdà Bisbal. Bajando por las escaleras, encontrará algunas casas tradicionales que fueron las primeras viviendas de los pescadores, y el Hotel Niu, que durante los años 20 fue la primera pensión de Sant Vicenç, regentada por el patrón Toni Niu.

Si volvemos a subir hacia la carretera y tomamos la primera calle a la derecha, llegaremos a la plaza de Sant Vicenç, conocida popularmente como la plaza dels Pins, situada en una antigua cantera de piedra arenisca. Justo en la parte inferior de las escaleras y entre los pinos, hasta finales de la década de los 70 hubo una iglesia dedicada a la Virgen del Carmen, construida durante la primera mitad de los años 40.

Siguiendo por la calle de Cala Clara, desde donde se puede observar esta pequeña caleta, y por la calle del Temporal, se llega a la vuelta de la Punta dels Ferrers. A medio lugar, a la izquierda, un muro a medias recuerda el intento de reconstrucción de la singular Torre de San Vicente, torre de vigía de 1571 que contaba con un cañón (hoy depositado en los jardines de Joan March). Por un sendero se puede bajar hasta el mar, en el lugar conocido como el Maressar. Desde aquí se puede contemplar la transparencia de las aguas de Sant Vicenç.

Pasada la vuelta se llega a Cala Molins, y si giramos y seguimos por el camino que transcurre a orillas del mar se puede llegar a Cala Carbó.

Volviendo a Cala Molins podemos seguir el itinerario por la calle Torrent, que discurre paralelo al torrente de Sant Vicenç. Si seguimos hasta llegar a la urbanización “L'Alzinaret”, a través de la calle Mestre Paco llegaremos a la nueva iglesia de Sant Vicenç, inaugurada en 1976. Destaca la imagen de la Virgen de la Mar, que procede de el oratorio de Sant Jordi. Dentro de la misma urbanización, al final de la calle Joaquim Sorolla, se encuentra lo que queda de una necrópolis conocida como Les Coves de l'Alzinaret. Se trata de un conjunto de cuevas artificiales de la época pretalayótica final, considerados uno de los mejores monumentos de su género en el Mediterráneo Occidental. Actualmente se conservan siete cuevas artificiales funerarias de un mayor conjunto. Fueron construidas hacia 1600 a. C., en la Edad del Bronce Medio, también conocido como Pretalayótico. Se trata de una necrópolis formada por varias cuevas artificiales de las que puede apreciarse únicamente su morfología, ya que, tal y como suele suceder en estas construcciones tan antiguas, han sufrido numerosos expolios que han provocado incluso su desaparición en algunos casos. Así, de las catorce cuevas de las que se tenía conocimiento en 1887, hoy sólo se conservan siete.

Estas cuevas, que se visitan siguiendo un camino que rodea la colina donde se encuentran, presentan diversas tipologías: unas son de planta circular y techo abovedado, mientras que otras presentan una estructura más complicada. Tal es el caso de la cueva conocida como “Núm. 7 de Hemp”, en honor al arqueólogo británico que hizo su inventario en 1927, Wilfrid Hemp. Esta cueva tiene restos de un patio frontal, una antecámara, una serie de rebajes destinados a colocar la losa de cierre del entierro y otros para colocar travesaños de madera que mantenían la losa en su sitio, una fosa central y estantes y bancos laterales, probablemente para colocar las ofrendas.

En todo caso, algunas de las características que se pueden observar en estas cuevas son restos de presencia moderna, como agujeros en tierra realizados probablemente por contrabandistas, o agujeros en las paredes laterales por debajo de los estantes originales. Los expolios que han sufrido estas cuevas han dejado pocos restos de los entierros que aquí se producían. Sólo se han hallado fragmentos de piezas de hueso conocidas como botones, que tienen unas perforaciones en forma de 'V', así como un ídolo bétilo (piedra cilíndrica considerada sagrada).

GPS: 39.9198,3.0572